
Hoy ha llegado el Otoño. Lo ha hecho con todos los honores. La mañana está fresca, aunque no demasiado, ha llovido hace escasamente una hora, y el suelo amaneció cubierto de hojas muertas (aunque a mí me parecen más vivas que nunca). Hoy además, he visto el arcoiris, y me ha parecido ver al final de él, una bola preciosa de pelos. Enseguida la he reconocido. Es Tina. Mi entrañable pastora catalana. Estaba allí, moviendo la cola sin parar, saltando como cuando no estaba enferma, con toda la vitalidad del mundo. Mi adorada Tina. Hay una creencia entre los amantes de los animales, entre los que, cuando se nos muere uno, lo sentimos en el alma como si de un familiar se tratara. Y es que cuando ellos se mueren, van al cielo de los perros, que no es ni mas ni menos que el final del arcoiris. A mí me gusta imaginarme a Tina, tan preciosa como fue, con su larga mata de pelo, con esos ojos "de persona", que decía mi padre, y sonando de fonto "De vals du Amelie".
Ahora tengo dos compañeritas nuevas. Karma, una pastora alemana de tres patas, y una golfa callejera-bodeguera que me trae a mal traer. Las quiero mucho, pero mi Tina.....fue mucha Tina.
Sigue saltando al final del Arcoiris, pequeña.